VII

¿Para qué? Si toda una vida no alcanza para admirar el brillo de tu sonrisa y los hoyuelos de tus mejillas al hacer magia con la comisura de tus labios.
¿Cómo te explico los placeres de mi alma al volver sentimiento ese momento y transitar maravillado esa emoción?
Sos guerra y sos paz, sos luz y oscuridad, sos un sano vicio imposible de abandonar.
Que me importa el desafío de crecer todos los días, si a tu lado puedo volar. La tristeza huye despavorida al ver tu figura avanzar, huye colapsada del miedo a que la puedan olvidar.
Sos el fuego eterno que ilumina las batallas nobles y justas, el refugio tierno donde florecer, un norte inmenso que te reposiciona en la vida para no rendirse y abrazar la fe.
Y si todo eso no alcanza, todavía queda el hechizo de tu alma viajera y llena de diversidad, el encantamiento de esa suma de aprendizajes constantes que resignificas en tu andar.
Sos la brisa pura de un nuevo amanecer, la puesta de sol esperanzada en cada madrugada, la lección inolvidable que surge al ver como caes, para levantarte y brillar. 

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