Nada tiene título

La luz de alba.
Las cadenas rotas.
Las voces dormidas,
despertando lentamente.
El peso frio de la crueldad,
borrando sus rastros con lavandina.
La monstruosidad impregnando su piel.
Las olas rompiendo su frágil cuerpo.
Subjetividades rotas,
identidades abolladas,
sueños inconclusos.
Un café con leche helado y sin sentido.

Solaconmigo

Me permito destruirme para renacer, me permito el llanto descontrolado lunar para una risa plena en el amanecer, abrazar mi sombra eterna para volver a ver el sol saliendo de las ruinas.
Sola.
Sola en un mundo lleno de fulanos.
En soledad deshago todas mis capas  y me vuelvo a armar y amar. Me muestro vulnerable conmigo misma para deshacer el nudo y volver a empezar.
De la oscuridad engendro la luz renovada.
De la tristeza rescato la fuerza para no abandonar y seguir, para vivir el dolor y transmutarlo a plenitud.
Sola con una muchedumbre susurrando al rededor.
Sola pero sabiendo que puedo crear algo mejor.
De los golpes aprendo el amor propio, de las decepciones a honrar mi palabra, de las faltas a estar presente, de la agonía que después de la tormenta siempre sale el sol.
Me habilito la tristeza y la hago carne en mi con el contrato de volver a pintar arco iris multicolores cuando pase el huracán.
Sola pero conmigo, el acto más grande de amor. Me abrazo muy fuerte, me levanto y camino, siguiendo siempre el latido valiente de este libre corazón, que me lleva al destino perfecto en cada ocasión.

Quiebre

Si no la nombro desaparece, y el cristal se vuelve humo.
Si no la nombro se pierde, y viaja con el viento hacia algún otro sentir.
Si no la nombró no se hace carne en mí, no clava estacas ni se queda a vivir.
Si no la nombro, su esencia transparente se dispersa y vuela, sin rumbo y sin destino, a veces se aleja pero siempre vuelve a convertir en monocromático algún paisaje feliz.
Si no la nombro se vuelve dolor, pero de ese que es imperceptible, que sabe esconderse tras falsas sonrisas.
Si no la nombro, esta tristeza que me desarma, cala fuerte en mis huesos y me impide caminar, nubla los cielos más soleados e inunda con desconsuelo mi tibio jardín.
Si no le pongo palabras a esta oscura sensación, me entumece el alma y quiebra todos mis esfuerzos y le arranca mil pedazos más a este roto corazón.
Por eso la nombro, la miro fijo a los ojos y la abrazo muy fuerte para transmutarla a algo mejor.

La casa de los monstruos V

La muerte invadia todos los espacios, y la pequeña princesa no paraba de llorar sangre, desesperada huía de la oscuridad de aquel turbio pantano que no paraba de inundar su vida de desconsuelo y desgracia.
Ciega de tristeza, tropezaba con cada piedra que se encontraba a su alrededor, sus piecitos de cristal ya no soportaban más rudeza y su frágil corazón latía más despacio a cada paso que daba.
Cuando creyó no poder más, se dejó caer suavemente en aquel frío piso de barro y espinas que solo terminaron de hundirla en más tormento y calvario. A pesar de todo, ahí seguía su harapiento corazón, latiendo suave pero sin rendirse. Fue entonces que comprendió que no podía darse por vencida mientras ese brillo, por más tenue que sea, siguiera bombeando sangre a todo su cuerpo.
Con el manojo de fuerza que le quedaba saco las espinas de su cuerpo y lo abrazo con gusto a te amo. Ese pequeño gesto bastó para sanar poco a poco todas las heridas que aquel espacio turbulento y sombrío había impregnado en su delicada piel, y lo transformó en su antídoto por excelencia, para seguir tropezando pero nunca más sin aprender.

La casa de los monstruos IV

En algún lugar oscuro de su inconsciente queda la huella turbia de esa maldad inagurando su dolor.
Los recuerdos asesinos de esa violencia inmensa que salia de tu boca y terminaba en esos golpes que descocían poco a poco su harapiento corazón vuelven en forma de pesadillas a visitarla cada noche. El residuo de la maldad con la que colmaste su alma emparchada resurge por momentos en forma de inseguridades y tristeza.
Todavía, cuando intenta levantar la corona, por momentos todo tu horror la bloquea, impidiéndole ver el sol, por más que intente hacer de cuenta que no exististe, todavía sos su musa para describir las llamas del infierno, todavía tu ira invade sus noches de terror.
Sigue intentando pero no logra fabricar el auto-antídoto contra tus armas, aún no es impune a los tiros exactos de tu puño y palabra en acción.
Se refugia en su mundo de fantasía para escapar de tu violencia y llenar su marginal esencia con amor.

La casa de los monstruos II

No me pidas perdón ahora que tus ojos no lo sienten, que tus miedos no lo ven.
Tu arrepentimiento ya no tiene quorum frente al odio con el que me acechaste. Las noches de insomnio que me robaste ya no tienen espacio en mi memoria, ya no puedo perder el tiempo haciendo un mar de lagrimas por eso, ya no tiene sentido volver nuevamente emoción ese podrido dolor.
Vuelvo a ver con los anteojos violetas de la utopía y el amor, toda tu violencia se diluye en el brillante río que lava las heridas y las sana con pasión.
No me pidas perdón ahora que mis miedos no te temen, mis fantasmas te enterraron y ya no sienten el daño de tu perversidad en mis puntos débiles, porque los cubrió de hierro todo tu rencor.
Ya tu crueldad sano en varias sopas de letras, ya le puse metáfora a lo que quedo del horror, ahora ya sé que cuando la noche y la soledad me encuentran son menos frías que tu opresión. Aunque pase temporadas muda, encerrada en mi cabeza, ahora ya se como gritar lo que siento sin usar mi voz.
No me pidas perdón ahora, el tiempo se encargo de hacer lo suyo y evaporar  tu resentimiento , ahora descubro todos los días que mis manos son magia y puedo pintar arcoiris brillantes, transformando en maravilla cualquier rastro homicida de tu insensible ferocidad.
No me pidas perdón ahora, ya mis miedos no te sienten, ya mis ojos no te ven.
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