Besar tu infierno, y enloquecer de vos.

Los rastros de esa noche candente se quedaron impregnados en mi piel como un tatuaje, y ahora mi cuerpo reclama tu calor. No le importa llevarse puesto en el camino lo poco que quedaba de mi dignidad, no le importa seguir insistiendo ante el no y pisotear el escaso monto que consigui en oferta de autoestima, no le importa nada. Mi piel escarchada se obnubilo frente a la hoguera que supiste generar, quedó ciega ante ese infierno tan perfecto y maravilloso. Tan perfecto que no podía durar. Tan perfecto y efímero, como es siempre lo real.
Ahora el hielo volvió, y aunque yo no quiera, quiere instalar una dictadura para poder gobernar en paz, para no volver a tropezar. Todo por el miedo que le produce derretirse, para volverse a crear. (No entendió nada esa historia del ave fénix, ni de la magia que tiene errar para volver a empezar.)
Y ahora mi piel anda perdida, confundida, buscando tu calor en donde sea. Cayendo en infiernos vacíos, de otra jurisdicción. Encendiendo fuegos que después no sabe (o no quiere) apagar. Jugando a ser capitana de otros barcos, pero sin ganas de timonear. Haciendo con otros hombres, lo que uno le hizo a ella.
Los rastros de esa noche candente se quedaron impregnados en mi piel como un tatuaje y ahora mi cuerpo no hace más que reclamar a gritos tu calor.

Duda

A veces me gustaría saber qué onda lo que pasa por tú cerebro. O no. No sé. No sé si me da la nafta para que me digan en la geta lo infumable que soy. O ya lo tengo bastante asumido, y me corro para evitar oírlo. Pero a veces de verdad quisiera saber cuál es tu verdadera concepción de mí. O no. No sé. Tu jugada me resulta tan rara. Me volaste el bocho en una noche. No, tampoco te agrandes, Chacarita. Es lógico que después de tanto golpe tenga ganas de creer algún chamuyo lindo, y el tuyo era hermoso. En realidad, sabía que me estabas vendiendo espejitos de colores, pero era tan lindo lo que decías, que me moría de ganas de creer. Y como la cabeza contra el paredón ya me la di mil veces, y sin querer, hacerlo una consciente ¿Qué me puede hacer? Total del pozo aprendí a salir cuando nací, y lo tomé como modo de vida. Sé que si caigo no tengo más opción que levantarme, cuando tomas conciencia de eso es maravilloso ver cómo caes, sola y seguís sola también. Capaz lo hago solo para verme caer y salir, y soñar con tu sonrisa es el cotillón. Tú sonrisa. Que cosa hermosa, tu sonrisa, eh. Me vuelve loca. A veces me gustaría saber qué onda lo que pasa por tú cerebro. O no. No sé. A veces fantaseo con que en realidad estás muerto de amor por mí, y no te animas a asumir el riesgo, seguro que es un mecanismo de defensa menos doloroso que enfrentar el hecho de no haberte generado nada. A veces, me hago la independiente y superada, que solo quería sacarse las ganas, pero la verdad es que me carcome la duda de lo que pudo haber sido. A veces me gustaría saber qué onda lo que pasa por tú cerebro. O no. No sé. Quizá solo quiera el motivo de tu transformación a fantasma tan repentina. O quizá prefiera seguir fantaseando en mi mundo de mentira y unicornios multicolores. A veces me gustaría saber qué onda lo que pasa por tú cerebro. O no. No sé. Tal vez por eso, escribo esta carta que no te va a llegar nunca. A veces me gustaría saber qué onda lo que pasa por tú cerebro. O no. No sé.
Page Graphics

Seguidores