¿Qué pasa cuándo no te encontras con la respuesta que queres? No te sentis disconforme, ni mucho menos, simplemente no es lo que querías escuchar. Cuándo tu corazón se aferra al miedo de no saber hacer sentir lo mismo que él al corazón que esta en frente, cuándo te tiemblan las manos del amor.
¿Qué pasa cuándo te nubla la impotencia de no poder inspirar amor? Cuándo no sabes si es sólo tristeza o la vida te está aplastando para llenarte de dolor.
¿Qué pasa? ¿Qué pasa eh? ¿Qué carajo es lo que pasa cuándo un alma ya no sabe como remarla?
A veces el tren de la felicidad se saltea varias estaciones y se rompe siempre antes de llegar.
Y vuelve siempre la intranquilidad de no tener seguridad de nada, vuelve siempre a llevarse la verdad, vuelve siempre y te acompaña, para no dejarte en paz.
Pero te juro me encantaría saber qué es lo que pasa cuándo el alma guerrera pierde su última batalla y le cortan las alas impidiéndole volar,  saber qué pasa cuando la libertad te supera y no la podes aprovechar, cuando la vida se vuelve un desierto y ya no podes caminar.
Qué mierda es lo que pasa con esos huracanes asesinos que te destruyen el futuro y te dejan en un estado de coma fatal. A ver, dale, decime cómo vuelven las sonrisas cuando huyeron al país de nunca jamás.
Te juro que daría la vida que ya no tengo por qué alguien me diga qué es lo que pasa cuando la fuerza no alcanza para ponerse de pie y avanzar.
Y por más que me pierda en mares de palabras buscando respuestas lo único que encuentro siempre es soledad, por más que me pierda buscando la vuelta, siempre termino ebria en el bar.
Y esta vez no es ver quién gana o quién pierde, está vez es no sufrir dentro de tanta maldad.  Está vez ya me pudrió el laberinto y un lápiz y un papel no me pueden ayudar.
(Nada, necesitaba hacer un poco de catarsis)

Aníbal Margarita

El humo se esfuma en una brisa cegadora y las agujas del reloj no dejan de girar, el tiempo no tiene noción ni conciencia de el dolor que causa al pasar. El arcoiris de de repente se vuelve monocromático, la vida por un instante deja de existir, la amargura se vuelve dulce, no hay más penas ni sufrir.
Aníbal camina despacio por una calle soleada en Capital, disfrutando el día rojo carmesí, rogando que la noche no lo vuelva a encontrar, pidiendo a gritos callados que Margarita no lo vuelva a transformar.
Llegadas las doce en punto, todo vuelve a su lugar, el arcoiris desaparece, Aníbal también. La noche invade a Margarita y ella sale a trabajar, a dejar todo todo por un par de pesos, a hacer de cuenta que s mujer. Deja su alma en el baúl de un coche, otro más para su colección, camina un poco, mira la hora y se pregunta cuanto (ó cuantos) más para terminar por hoy. Pide fuego en su esquina, se fuma un pucho y vuelve a ver, la paran cuatro, cinco autos, no queda otra que aguantar.
Heridas abiertas, ríos de sangre en una zanja, noches violentas con mucha milonga, bailes blancos de poder.
Sale el sol en Buenos Aires, y él o ella se va a dormir, son casi las seis de la mañana, volvió Aníbal, podes sonreír.

Soledad

El tren partió diez minutos tarde, igual que su destino. La desesperanza de esperar vidas ajenas que nunca llegan la acobardó violentamente en el rincón de los sueños perdidos y la dejo abandonada en aquel callejón sin luz, lleno de soledad, donde segundo a segundo oscurecía cada vez más y la salida parecía alejarse a cada paso que daba. Con el último manojo de fuerza que le quedaba decidió dar un manotazo de ahogada, pero no le sirvió de nada, el vaso de volvió a llenar de vodka, y ella quedó ahí, sola, sin ningún brazo donde apoyarse, naufragando en su propio río de lamentos.
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