Soledad

El tren partió diez minutos tarde, igual que su destino. La desesperanza de esperar vidas ajenas que nunca llegan la acobardó violentamente en el rincón de los sueños perdidos y la dejo abandonada en aquel callejón sin luz, lleno de soledad, donde segundo a segundo oscurecía cada vez más y la salida parecía alejarse a cada paso que daba. Con el último manojo de fuerza que le quedaba decidió dar un manotazo de ahogada, pero no le sirvió de nada, el vaso de volvió a llenar de vodka, y ella quedó ahí, sola, sin ningún brazo donde apoyarse, naufragando en su propio río de lamentos.

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